Las lágrimas cayeron por su rostro, y ya no había nada que hacer para detener el diluvio.
Mientras una pizca de sal
recorría la seda, una mujer se detuvo a observarla:
-¿muchacha por qué lloras?
-por la vida- respondió ella...
la mujer negó con la cabeza y siguió su errante camino, bajo el paraguas
negroazulado.
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Vomitado en trances por Patu