jueves, 23 de septiembre de 2010

N&A

Las lágrimas cayeron por su rostro, y ya no había nada que hacer para detener el diluvio.
Mientras una pizca de sal
recorría la seda, una mujer se detuvo a observarla:
-¿muchacha por qué lloras?
-por la vida- respondió ella...

la mujer negó con la cabeza y siguió su errante camino, bajo el paraguas
negroazulado.

lunes, 20 de septiembre de 2010


Y aquellos días de invierno con el murmullo
azotante de flores encerradas,
aguardando que el viento del norte soplara en el entierro;
días eternamente fríos, días de soledad acompañada,
días de espera ridícula, días de tan lejana Estela.